domingo, 16 de junio de 2019

Experiencia enriquecedora

Esta misma mañana escuchaba a Carmen Guaita (persona a la respeto profundamente) decir en una entrevista que el viaje junto al enfermo de alzheimer es una experiencia enriquecedora y se me he escapado un "¡Y una mierda!" desde lo más profundo de mi corazón. También se me han escapado algunas lágrimas y parte de la rabia y la impotencia por el desgarrón que tiene mi alma (y no solo la mía) desde que mi madre padece demencia.
Yo soy ostensiblemente peor de lo que antes fui. He perdido tantas cosas... Me da vergüenza reconocerlo, pero ¿a qué engañarse? He perdido una madre que me quería, ahora, la mayor parte del tiempo, mi madre ni me reconoce, ni me quiere... ¿por qué debería hacerlo? Nuestro pasado en común se ha borrado y nuestro presente es inconsistente, árido, espinoso y, sobre todo, edificado sobre arena. Ella olvida el caos, a mí se me queda enredado, trabándome a cada paso. He perdido la estabilidad, el sueño, la paciencia, la ilusión, la alegría, las fuerzas, la esperanza, la autoestima, la empatía, a ratos (y me da pánico la mera posibilidad) hasta la fe... y, además, a mi madre. La tengo físicamente pero yo, como ella a mí, tampoco la reconozco entre tanta niebla. Su dulzura se ha esfumado, su hostilidad me desangra...
No me sirve de nada saber que ella no tiene la culpa, ¡pues claro que no la tiene! ¿Y eso soluciona algo? Nada. Su deterioro es un hecho y el mío también.
Si a lo que se refería la entrevista de esta mañana es eso de que "lo que no te mata te hace más fuerte", pues nada que decir. Salvo, quizá, que ¿y si sí te mata? ¿Y si mata tantas cosas dentro de ti que apenas te queda "supervivencia"? ¿Qué seré cuando esto acabe si ya soy lo que soy? ¿Cómo resistiré? ¿Qué lograré salvar?
Seguro que no lo estoy enfocando de la mejor manera, admiro a quien ha encontrado la manera de enriquecerse con esto, puede que yo sea demasiado egoísta para conseguirlo, pero esta reflexión sólo me sirve para salar mis heridas, para bajar otro par de escalones de mi infierno particular; duele demasiado así que creo que voy a dejarla aquí. Lo que no he dicho léelo entre líneas, si quieres...

sábado, 1 de junio de 2019

Contra la corriente

Vamos a ver. Quisiera ser capaz de expresar mis ideas con total libertad pero también con absoluto respeto hacia las ideas de otros. En estos tiempos de redes en que nos abrimos en canal, nos despellejamos unos a otros, nos chupamos la sangre y nos "carroñeamos" sin lástima, no sé si será posible cumplir este mi primer objetivo. En todo caso no quisiera que quedara por mí, por no haberlo intentado con ganas.
Pero, si espero poder desahogar mi triste cerebro, debo hacerlo con honradez y sin tapujos. Que yo pienso lo que pienso, guste o no (incluso me guste o no). Van pues mis disculpas por delante si alguien se siente aludido, maltratado, incomprendido, burlado, omitido, discriminado, o cualquier otro modo de agresión imaginable. Créanme ustedes que procuro, desde que aprendí a pensar, hacerlo desde todos los puntos de vista antes de tomar partido. La cosa está en si lo consigo o no...
Y sea este mi primer viaje contra la corriente. Paréceme, viejo amigo, que no son estos tiempos de respeto o comprensión. Las propias ideas no solo son propias sino incontestables, absolutas e incompatibles. Per se, porque yo lo tengo clarísimo. Pero, ¡hombre (o mujer) de Dios! ¡Cómo si sólo cupiera una opción! Cuando todos, puestos en corro, miramos al objeto del centro, cada uno de nosotros tendrá una vista distinta. Ninguna es falsa ni tiene por qué ser incompatible con la del que tenemos enfrente; será opuesta, obviamente, pero compatible. ¿Por qué empeñarnos en aplastar las ideas que difieren de las nuestras?
La realidad no es plana, no la empobrezcamos conviertiéndola en una foto fija.
¿Quiere esto decir que todo vale? Tampoco es eso. En mi opinión es más una cuestión de respeto a los demás. En todas las dimensiones: escuchar con atención suficiente, digan lo que digan; tratar de comprender incluso lo que nos parece incomprensible; confrontar sin enfrentar, tratar de convencer más que vencer, respetar lo que no nos convence, mirarnos a nosotros mismos con la misma exigencia que miramos a los otros, y no recurrir a la violencia bajo ningún concepto.
Con eso ya vamos bien y el que quiera entender que entienda. Lo digo por lo de los cordones sanitarios...