Con dos letras y un número,
el agua en la pizarra muriéndose de sed.
La primavera penetraba en el aula
abriendo sus inmensas pupilas de universo.
Arrebatando la calma y el sosiego
con su caliente aliento de vitales sorpresas.
Un dorado abejorro, irónico, zumbón,
entregaba su vuelo
a la gota de linfa desecada.
Insistía en borrar el esqueleto de tiza
indiferente.
y surgieron, los vi, os lo aseguro,
manantiales rotundos.
Rumorosos torrentes.
Lagos serenos, mares.
Balsas verdes con mirada de hombre.
Ríos desafiando orillas.
Caprichosos arroyos...
y la lluvia sutil y dulce
para el sofoco de la tierra.
Yo puse mis lágrimas.
Las guardadas lágrimas amargas.
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