sábado, 16 de enero de 2010

El diez

¿Qué tiene el diez que lo hace tan redondo, tan completo, tan... así? El uno es delgado y algo estirado, de nariz larga y mirando por encima del hombro por aquello de ser siempre el primero. El dos es feliz en su pareja infinita, el tres bien alimentado y complaciente porque "ya es multitud", el cuatro quebradizo, el cinco orondo y saltarín, de suma fácil, de mano llena; el seis es el mío, ¡qué voy a decir!, preñado y en mecedora. El siete busca en el suelo la moneda perdida, el ocho es, sin duda, quien la encontró y le dio buen empleo; el nueve es cabezón e inconsistente, siempre a falta de uno. ¿Y el diez? La obra cumplida, el "consumatum est" de los números.
No tengo propósitos para este 2010 salvo acabar lo empezado, para poder empezar una nueva década (porque las décadas, inexistente audiencia, empiezan en el 1, sea cual sea la decena) sin lastres, sin pesos a la espalda o al cuello.
Ya sé que es inútil, que tendría que nacer de nuevo para que la vida no estuviese enredada en el día de ayer o en el de mañana, pero de vez en cuando necesito dar rienda suelta a mis deseos más absurdos, por soltarlos y no llevarlos encima, por simple catarsis.
No es que el año pasado haya sido especialmente malo..., ni bueno. Se llevó a alguien que yo quería y me concedió alguien nuevo a quien querer cerrando la cuenta a cero. Enfermamos y sanamos, nos volvimos locos y recuperamos la cordura; amanecieron los días sobre el mar, zozobramos pero no nos hundimos y vimos, al ponerse el sol, la costa protectora.
Felices 2010 travesías.